Guía para aprender a perdonar



Consejo no. 1: Perdone y recuerde

Por lo general, ponemos juntas las palabras “perdonar” y “olvidar”, pero para perdonar de verdad, tenemos que recordar. El apóstol Pablo dice que nuestro deber de perdonar a los demás depende de recordar el perdón que recibimos de Dios. “De la manera que Cristo os perdonó”, escribe, “así también hacedlo vosotros” (Col 3.13). No solo debemos recordar que Dios nos perdona, sino también imitar cómo Él lo hace: con misericordia, con generosidad, y por completo.
Podemos sentirnos tentados a mantener un “registro de agravios”, pero el amor impide eso (1 Co 13.5). El mundo incrédulo tiende a alimentar rencores contra quienes nos han causado algún mal, pero como seguidores de Cristo, perdonamos con generosidad sin esperar nada a cambio.
Aplicación: Perdone por completo, haga borrón y cuenta nueva. Perdonar no significa olvidar la ofensa. Después de todo, usted es humano, y no puede olvidar totalmente. Peor aun, pretender que nunca sucedió nada malo, impide que haya sanidad. Cuando recuerde la falta cometida contra usted, véala como una oportunidad para recordar la gracia de Dios para con usted, y por medio de usted para con el ofensor.

Consejo no. 2: No se limite a decir unas simples palabras

Desde la perspectiva cristiana, el perdón requiere mucho más de nosotros que unas breves palabras. El escritor Thomas Watson dio una respuesta sorprendente a la pregunta: ¿Qué es el perdón? Él escribió: “Perdonamos cuando luchamos contra todo pensamiento de venganza; cuando no pensamos hacer ninguna mala jugada a nuestros enemigos, sino que les deseamos lo mejor, nos afligimos por sus calamidades, oramos por ellos, buscamos la reconciliación con ellos, y nos mostramos listos todo el tiempo para aliviarlos”. En otras palabras, el perdón requiere de una acción misericordiosa interior antes de que podamos llevar a cabo una acción misericordiosa exterior (véase el consejo no. 4). Gran parte de este trabajo interior puede hacerse sin el conocimiento del ofensor. La frase de Watson “luchar contra”, reconoce lo extenuante que puede llegar a ser el perdón, exigiéndonos que nos opongamos de forma activa y enérgica a la inclinación natural de agredir física o verbalmente a la otra persona, o de retirarle nuestro afecto.
Aplicación: Evite atacar a los demás o apartarse de ellos, y busque oportunidades para celebrar los triunfos de su ofensor. No se alegre cuando esta persona sufra, sino acompáñela en su aflicción. Trate de “aliviar” sinceramente a esa persona, y busque el momento adecuado para la reconciliación. Todo este trabajo del corazón le permitirá a usted, cuando llegue el momento, ofrecer un perdón auténtico.

Consejo no. 3: Comience con poco

Practique el perdonar a otros por sus pequeñas faltas a lo largo de cada día, tales como que otro conductor se le adelante en el tráfico quitándole su derecho en la vía, o que reciba una ofensa no intencional. Si lo hace, eso transformará poco a poco su corazón con el tiempo, haciendo posible que perdone a otros cuando surjan conflictos más grandes y más serios.

Consejo no. 4: Evite guardar rencor

Podríamos tener la tentación de no hacer caso a la falta cometida contra nosotros, asumiendo la responsabilidad total o parcial. Frases como: “probablemente me lo merecía”, o “tiene que haber sido cosa de los dos”, puede ocultar los sentimientos reales. Este falso proceder parece ser sabio, pero sepultar el dolor planta semillas que producen después un fruto amargo.
Aplicación: Cuando usted reciba un agravio, busque la oportunidad de hacer algo en bien del ofensor. Orar por el ofensor es un buen comienzo. Hacer esta obra de amor y misericordia hará más fácil desarraigar el resentimiento.

Consejo no. 5: Busque misericordia más que justicia

En nuestra cultura, que aplaude la venganza antes que la misericordia, la idea de la justicia bíblica se les escapa a muchos, incluyendo a los cristianos. Algunas personas utilizan frases como: “el castigo debe ser proporcional al delito”, y concluyen falsamente que la justicia y la misericordia no pueden coexistir. Estas personas ignoran la estrecha conexión que debe haber entre ambas, como lo ilustra la Biblia mediante expresiones de profundo perdón cuando pudo haberse hecho “justicia” mediante la violencia.
Pensemos en José (véase Gn 37, 39–47). Imaginemos su historia contada dentro de las normas culturales de hoy. En vez de perdonar a sus hermanos, José habría ejecutado su largamente esperada venganza por medio de una cruel venganza o de una larga batalla legal. Esto puede sonar ridículo a nuestros oídos, pero las películas y los libros (las “biblias” del mundo de hoy) cuentan historias semejantes todo el tiempo. ¡Cuánto más grande y más conmovedora es la historia del José real! Él prefirió perdonar cuando nadie le habría negado su derecho de vengarse.
Aplicación: ¿No le ofrece su vida oportunidades semejantes para perdonar? Un compañero de trabajo exagera sus logros, y recibe un ascenso que debió haber sido de usted. Alguien traiciona su confianza, y le hace perder a un amigo. Un cónyuge miente, poniendo en peligro el matrimonio y la familia. No importa qué tan problemático pueda ser el caso, deje que Dios le revele la manera de cómo la misericordia y la justicia pueden combinarse.

Consejo no. 6: Perdone a sus enemigos

En la mañana del 2 de octubre de 2006, Charles Roberts entró en una escuela Amish de Nickel Mines, Pensilvania. Un poco más de media hora después, cinco niñas estaban muertas, cinco más heridas, y la paz de la comunidad hecha añicos para siempre.
Sin embargo, el mismo día, mientras que los cuerpos seguían sin enterrar, se escuchó decir a un abuelo Amish a sus parientes jóvenes: “No debemos pensar mal de este hombre”. Roberts se había quitado la vida durante la crisis, y en los días que siguieron, la comunidad trató con misericordia y perdón a su familia, asombrando al mundo por su benignidad.
La respuesta Amish de misericordia y perdón fue extraordinaria por su singularidad en un mundo fascinado por la justicia. Uno de los autores del libro Amish Grace (La misericordia de los Amish), Donald Kraybill, descubrió que la respuesta no era sorprendente sino natural. Dice que el perdón está entretejido en la cultura Amish. Su vida comunitaria exige un espíritu de perdón, y por eso lo practican como un estilo de vida, cultivándolo, como lo requiere la Biblia.
No todas las personas tienen un enemigo, es decir, a alguien que las haya agraviado continuamente, con malicia, sin pensar en el bienestar de ellas. Si usted tiene un enemigo, la obra del perdón comienza con una oración para recordar la gracia de Dios hacia usted. Una de las tareas del Espíritu Santo es “convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Jn 16.8). Solo Él puede producir el cambio de corazón necesario para que podamos ver nuestro pecado, reconocer la justicia de Cristo, y ver que el juicio le pertenece a Dios.